La historia de Pablo González comenzó a desmoronarse en 2022, cuando fue arrestado en Polonia, cerca de la frontera con Ucrania. En ese momento, el periodista cubría la situación de los refugiados ucranianos para medios como Público y La Sexta, mientras que el país aún se recuperaba del shock inicial de la invasión rusa. Sin embargo, fue detenido bajo acusaciones de operar en nombre del régimen de Vladímir Putin, utilizando su acceso como periodista para recopilar información privilegiada.
Durante dos años y medio, González permaneció en prisión preventiva en Polonia, mientras las autoridades renovaban su detención cada tres meses. Durante este tiempo, su figura generó mucha controversia y polarización, con algunos apoyando su inocencia, mientras que otros, incluidos colegas de la profesión, empezaban a señalar indicios de que su verdadera lealtad estaba con el Kremlin.
Un espía encubierto desde 2010
Uno de los detalles más impactantes revelados por las investigaciones es que González habría estado trabajando para los servicios de inteligencia rusos desde al menos 2010. Según los documentos obtenidos por el periodista Vicente Vallés, González recibía un sueldo mensual de 3.100 euros, más otros gastos pagados, del GRU, el principal servicio de inteligencia militar de Rusia.
El programa Conspiranoicos también reveló que en 2017, González solicitó un aumento de salario y un apartamento en Moscú, argumentando que su salario no había cambiado en siete años. Este dato es especialmente relevante, ya que muestra una relación directa y continua con las autoridades rusas a lo largo del tiempo.
El arresto en Polonia y la liberación en un intercambio de prisioneros
El arresto de González en febrero de 2022 fue el comienzo de su caída pública. Las autoridades polacas lo acusaron de espionaje, algo que negó rotundamente en un principio. Sin embargo, los informes y las pruebas encontradas en su ordenador y en sus actividades en Ucrania empezaron a dar forma a una versión muy diferente de la realidad.
El pasado 1 de agosto de 2024, Pablo González fue liberado como parte de un intercambio de prisioneros entre Rusia y Occidente. Su llegada a Moscú fue especialmente notable por la recepción que tuvo: Vladímir Putin, el presidente ruso, lo esperaba en la pista de aterrizaje del avión, un gesto que indicaba su importancia para el Kremlin.
Pablo González: El periodista vasco que vivió como espía ruso
Sospechas crecientes entre colegas y expertos en espionaje
A lo largo de su carrera como corresponsal, González accedió a zonas que estaban restringidas para otros periodistas, algo que levantó sospechas entre sus colegas. Xavier Colás, periodista de El Mundo, fue uno de los primeros en señalar las irregularidades en su comportamiento, afirmando que su acceso a áreas sensibles y su habilidad para manejar información que otros no podían conseguir no era propia de un periodista común.
Además, su negativa a conectarse a redes wifi, el envío de informes en ruso y su relación con disidentes del régimen ruso contribuyeron a que se consolidara la imagen de González como un espía encubierto. Según Fernando Rueda, experto en servicios secretos, Pablo González no solo trabajaba para el GRU, sino que era visto como un patriota en Rusia, algo que complicaba aún más su caso.
El impacto de su historia en el periodismo y la política internacional
El caso de Pablo González ha abierto un debate sobre el uso del periodismo como tapadera para actividades de espionaje. En un mundo donde la desinformación y las campañas de influencia son herramientas comunes de los gobiernos, la historia de González es un recordatorio de cómo las fronteras entre periodismo y espionaje pueden llegar a difuminarse.
González no solo utilizó su estatus como corresponsal para acceder a información estratégica, sino que también se infiltró en círculos de disidentes rusos, lo que puso en peligro a personas clave que luchaban contra el régimen de Putin. La información sobre su relación con Zhanna Nmtsova, la hija del líder disidente Boris Newtsov, asesinado en 2015, fue uno de los ejemplos más claros de cómo utilizó sus relaciones personales para obtener acceso a redes sensibles.
Finalización del artículo
Conclusión: Un caso que sigue sin cerrarse
A pesar de su liberación, el caso de Pablo González sigue siendo objeto de investigación, tanto en Europa como en Rusia. Su doble vida como periodista y espía ha dejado una marca profunda en la comunidad internacional y en el mundo del periodismo. Mientras algunos se preguntan qué otros secretos aún no han salido a la luz, lo cierto es que su caso permanecerá como un ejemplo de las complejidades que pueden surgir cuando los medios y la política internacional se entrelazan de formas impredecibles.